Ahora.
Ya una vez repasados esos vetustos flashbacks a comidas que alguna vez, por motivos más allá de lo culinario pudieron haber ganado mi atención, es tiempo de volver al presente.
Antes de comenzar a revisar aquellos lugares que, por haber alcanzado un cierto grado de dignidad, siento ganas de compartir con ustedes, quería hacer un pequeño intermedio en el cual poder comentarles cómo es la vida hoy.
Desde la comida, claro.
Como algunos cercanos sabrán, el tiempo pasó y estoy viviendo al día de hoy, felizmente casado, con aquella amada mencionada insistentemente en las notas previas.
¿Les comenté que ella sabe cocinar?
Ahora, no es yo no sepa.
Pero es aquí donde aparece un punto importante: si bien - como supondrán - me gusta mucho comer, no me gusta cocinar. O sea, me gusta cocinar, pero me bloquean sus consecuencias: mi problema mientras cocino es que ensucio. Y desordeno. Genero basura. Y supongo que para alguien con un grado leve de obsesividad (aunque varios amigos puedan discutirme el adjetivo de leve), simplemente me da pequeñas dosis de angustia mientras cocino que se acumulen cuchillos sucios, se manche el piso de la cocina, etc. No se vuelve por ello una actividad que normalmente pueda disfrutar.
Salvo...
Los desayunos en casa son la rutina habitual de cada dia. Y mayormente son mi responsabilidad. Afortunadamente, he logrado perfeccionarlo dia a dia. Dentro de mi nivel de obsesividad, repetir todos los dias un desayuno se ha vuelto una forma de sentirme a gusto en la cocina.
Me explico:
Semidormido entro a la cocina. Debo acordarme de haber traido el celular desde el dormitorio. Saco un jarro lechero que compré en la vega, dos huevos del refrigerador, y un jarro plastico graduado. Lavo los huevos, los pongo en el lechero, lleno el jarro graduado con 500 cc de agua, lo vierto en el lechero, y los pongo en el cuarto fuego de la cocina. Giro la perilla, enciendo el horno, y dejo la perilla mirando hacia abajo. Desbloqueo el celular y pongo el temporizador para que me avise a los 9 minutos.
Lleno con un poco de agua el jarro de la cafetera. Vacío el agua dentro de la cafetera hasta que se llene entre la linea que dice 2 y la que dice 4. Boto el resto del agua y pongo el jarro dentro de la cafetera. Saco un filtro para café, el tarro de café y una cucharita que me da la medida. Coloco el filtro, saco la cucharita de café llenada al ras y la vierto adentro. Tapo la cafetera, la enciendo y guardo el café y la cucharita.
Saco la bandeja negra del desayuno (plástica para resistencia, y con barandita para minimizar las probabilidades que con mi mal equilibrio se me deslice y caiga alguna taza). Saco dos tazones, dos vasitos y tres platos pequeños, y los dispongo en la bandeja en una distribución fija: adelante los dos vasitos y los tazones, al costado izquierdo dos platos, el tercero tras los vasos. Saco un cuchillito de untar, una cuchara, dos cucharitas, dos portahuevos (deben tener otro nombre, disculpen la ignorancia), que se colocan en los platos a la izquierda junto a las cucharitas. Se deja en la bandeja pimienta, y el cuchillito de untar. La cuchara se deja a la izquierda de la bandeja.
Se sacan 4 rebanadas de pan de molde, que se dejan en el plato tras los vasos. Este plato se acerca al tostador, y se colocan las dos primeras rebanadas en el tostador. En temperatura 4. Se enciende.
En ese momento ya se comienza a sentir el aroma al café que empieza a hervir.
Se abre el refrigerador. Se saca la caja de leche, la de jugo de naranja, el tupperware con jamón de pavo, y el queso fresco untable con sabor a ave. Se sirve el jugo de naranja en los vasos, se deja la leche al costado derecho de la bandeja. Se pone tras las tazones el tupperware de jamón y sobre él el queso fresco untable. Se guarda el jugo.
Se abre la despensa y se saca el polvo de stevia. Se saca una cucharita ínfima, y se saca una medida al ras para cada tazón. Se guarda.
Saltan los primeros dos panes. Se sacan y se colocan los otros dos.
Suena la alarma del celular. Se detiene tocando la pantalla, a la vez que se comienza a contar hasta 25, lentamente. Al terminar de contar se apaga el fuego. Se toma un portahuevo y la cuchara. Se saca un huevo con la cuchara, se inclina para botarle un poco el agua y se coloca en el portahuevo. Se deja en el plato y se repite el proceso para el otro huevo.
El café, listo hace un rato, se vierte en partes iguales en los dos tazones. Por lo general ocupa el 75-80% del tazón. Se rellena el 20-25% restante con la leche. Se guarda la caja de leche en el refrigerador.
En la mesita de la sala se dejan dos individuales y servilletas. Se toma la bandeja de la cocina y se deja en la mesa.
Listo. Delicioso y exacto.
Por otro lado, mi señora es capaz de hacer cosas como estas:
Galletas de navidad (con la receta de la suegra)
Spaghetti Cacio e Pepe tartufati, hecho en casa, con espumante Chandon Brut
California Rolls.
Y muchisimas más. Donde yo puedo ayudar esparciendo mostacillas, separando los rellenos para los sushi, o cosas asi.
A ella le costó bastante apreciar las ventajas de medir las cosas (le tomó un par de cursos de cocina creo yo), pero su versatilidad está a años luz de mi metodología desesperante.
¿Cuál es el sentido de este post? (Si es que un post de blog debiese tener alguno)
Tratar de darles a entender, mis estimados lectores, por qué a veces simplemente prefiero que vayamos a comer fuera :)
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