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Signore |
Si hay algo que de una forma u otra me ha acompañado buena parte de mi vida, son las pizzas. Bueno, y las hamburguesas, pero yo diría que mucho más las pizzas. Tengo asociado a las pizzas tantos momentos de mi vida, que me parecen algo tan natural en el ambiente, como el sol y las estrellas. Parece exageración, pero es verdad. No son complejas, todas son personalizadas. No existe "la" forma de hacerlas. Ya sea una hallulla con ketchup, jamón, queso y orégano, hasta una de masa reposada a la piedra, con mozzarella de búfala campana. Ambas son pizzas, y están ok.
Es pizza, de la Pizza Hut, donde íbamos con toda mi familia de paseo cuando salíamos los fines de semana a comer fuera, cuando era tarde y hacía frío (porque si era almuerzo, normalmente era comida china). Es pizza, tamaño individual, marca ideal, con una lonja cuadrada de jamón, queso y una aceituna, la que comía algunas veces antes de salir al colegio cuando niño.
Era pizza hasta salirse por las orejas las que comíamos con compañeros de colegio en esa tóxica promoción de festín a la romana. Es pizza hecha en casa, amasada de forma perfecta, la que prepara mi cuñado y está entre las mejores del mundo. Es pizza sólo con orégano la que comíamos en una cabaña en Con Con en los paseos junto con mi querido curso del colegio. Es pizza sólo con queso y aceitunas verdes la que comimos con mi padre y madre en un bolichito de Mendoza.
Es pizza (casi) esa masa semi cruda con queso que venden en ese horrendo local que se llama Ugi's. Es pizza esa infinita fuente de felicidad que ofrecen en Cici's en Lufkin, Texas. Es Pizza de Pisa la mejor del mundo, Marinara de Il Montino: sólo con salsa de tomate y ajo. Es pizza hecha a la antigua la de Lombardis en Little Italy, New York, y la que tiene los ingredientes más frescos. Es pizza con chocolate y leche condensada esa cosa rara que ofrecen como postre en Los Insaciables. Y también es pizza ese pedazo desarmado cortado con tijera en el Pizzarium de Roma, ahí mismo detrás del Vaticano.
Es la que acompaña la Quilmes en La Continental, ahí cerca del Congreso en Buenos Aires. Es la que mide casi un metro de diámetro, y posee un jamón perfecto en Buzios. La que tiene una especia mentolada en Orlando, Florida. Es la Telepizza fría con salsa barbacoa a las cinco de la mañana, en la casa de un amigo. Es esa con pepperoni que reconfortó a mi hermana del frío tras un largo viaje.
Es la que te traían en 30 minutos, pero que nunca fue gratis. Es la que venía con el borde relleno de queso, con masa gruesa, intermedia o delgada, cuadrada, rectangular, redonda, en triángulo. Individual, familiar o XL.
Perdí la cuenta. Todas son pizzas y todas estuvieron allí para mí, en algún momento de mi vida.
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Sanhattan (cortesía www.signore.cl) |
Ahora, la recomendación: hoy por hoy, y reconociendo que aun me falta probar varios buenos datos que me dieron, si quiere probar una pizza exquisita vaya al "Signore" (www.signore.cl). Pida un shop Imperial de medio, una Sanhattan (Salsa de Pomodoro Italiana, Mozzarella Fior di Latte, Aceitunas, Albahaca, Salame y Ricotta), aliñe con el sabroso merken ahumado de los especieros, y disfrute. Lo mejor, aprecie cada bocado de esa exquisita masa, que no tiene ese ese tostado-quemad de la pizza a la piedra, ni el grosor exagerado de las pizzas de cadena, sino un sabor suave y preciso. No se arrepentirá.